Fiscalía esclarece crimen de fotógrafo y descarta relación con su oficio periodístico
El siguiente es un informe publicado por el diario ‘La Opinión’ el pasado 20 de diciembre de 2008, que explica detalladamente los hechos y avances de la investigación. La FLIP lo reproduce con autorización del medio.
EL CRIMEN DEL FOTÓGRAFO DE LA OPINIÓN FUE FRÍAMENTE CALCULADO
El viernes pasado, al cumplirse un año de la muerte del empresario y fotógrafo de La Opinión los móviles y autores del asesinato son cada vez más claros.
Por Hugo González Correa
Cúcuta, 20-dic-2008 (Colprensa-La Opinión). Un homicidio fraguado por un grupo de criminales resultó aún más perfecto de lo esperado. Habían logrado el cometido de asesinar al fotógrafo y empresario José Rafael Bruno Bruno y por caso fortuito, desviar las investigaciones judiciales hacia un suicidio.
Para el 19 de diciembre de 2007 cuatro hombres planearon paso a paso cada detalle, con funciones específicas, la muerte del fotógrafo cuando llegara a su residencia en la calle 27 con avenida 13 del barrio Bellavista (ciudadela La Libertad de Cúcuta). Con lo que no contaron fue que un quinto individuo, de su confianza, los traicionó y entregó a la Fiscalía información clave que empezó a desenmarañar el caso.
Ese miércoles el reloj marcaba las 9:10 de la noche cuando Rafael Bruno llegó a casa. Todo el día había estado por fuera. Venía del diario La Opinión donde acababa de descargar unas fotografías que tomó en la mañana y compartir unas viandas navideñas con los periodistas y compañeros.
Del periódico no salió solo. Se ofreció a llevar a Celmira Figueroa, una amiga editora, en su Renault 4 azul hasta el paradero de taxis del centro comercial Ventura Plaza. Luego de dejarla tomó rumbo a la Ciudadela La Libertad donde lo esperaba la muerte.
Los vecinos, que ese día lo vieron llegar, contaron que se bajó del vehículo y abrió el garaje. Instante en que algunos niños de la cuadra lo asaltaron para pedirle dulces, como era costumbre darles. Pero, él les prometió que saldría más tarde. Ingresó a su casa y cerró el portón blanco de rejas. Rato después ocurrió la tragedia.
Por la época de Navidad y Año Nuevo que se avecinaba se escuchaban detonaciones y se veían destellos de luz en el cielo. Todo parecía normal en una noche estrellada.
Pasaron cinco minutos cuando se escucharon nuevos estruendos en ráfagas que se confundían con pólvora. Esta vez, fueron más fuertes e intranquilizaron a los dos perros, raza Rodwailer, que acompañaban en su soledad a Rafael Bruno.
Los incesantes ladridos en el jardín de la casa llamaron la atención de los residentes más cercanos que procedieron a verificar que todo se encontrara en orden dentro de la residencia de Bruno. Golpearon insistentemente la reja, pero no obtuvieron respuesta. Entonces lo llamaron al teléfono celular. Nadie contestó. Decidieron acabar con la intriga avisando a la Policía, ya que había pasado mucho tiempo sin respuesta de Bruno.
Para entrar fue necesaria la presencia de una empleada doméstica que trabajaba con Rafael (y vivía en el mismo barrio) para que apaciguara a los caninos y no mordieran al agente que se atrevió a ingresar. Mientras tanto, afuera esperaban expectantes los demás vecinos.
El fotógrafo, de 76 años, nacido en Salazar de las Palmas, fue hallado en el jardín al lado de una fuente de agua en ladrillo, tendido boca abajo con un revólver en la mano derecha. Tenía una herida de bala en la parte baja de la oreja derecha con salida en la frente.
Sin dar crédito a la muerte de Bruno el policía le permitió la entrada a una enfermera vecina para que le tomara los signos vitales y saber si aún estaba con vida. Al tocarlo, el corazón de Bruno no latía.
Como en cualquier procedimiento el uniformado acordonó la zona, hizo unas entrevistas previas, dio aviso a los superiores y confirmó la muerte de Rafael.
Minuto a minuto, la noticia fue regándose entre sus más cercanos amigos, compañeros de trabajo y familiares que llegaron afanosos a la vivienda en busca de una explicación de lo ocurrido.
Todo era confusión. El arma (de su propiedad) en la mano de Bruno y la posición del cadáver hacía pensar a las autoridades en el suicidio, pero el hecho de que los cinco cartuchos de su revólver calibre 38 habían sido disparados no daban fuerza a la teoría. Además, del testimonio de una mujer que dijo escuchar el crujir de palos y ramas en el jardín de la casa, antes de su llegada. Sumado a una ojiva de bala que cayó en los pies de una vecina.
La oscuridad de la noche no permitió obtener mayores detalles. La muerte había concluido como un caso materia de investigación. El cadáver del fotógrafo fue trasladado al Instituto de Medicina Legal, a la espera de que la necropsia diera luces de lo ocurrido.
DÍAS MÁS TARDE
La Fiscalía dispuso de investigadores especiales para que recorrieran el predio palmo a palmo en busca de nuevas pistas y evidencias. Examinaron habitaciones, corredores, la cocina, el patio y el amplio jardín donde ocurrieron los hechos.
La primera pista fue el roce de un proyectil en la rama de un árbol que logró florear parte de la madera. Como detalle tenía un ángulo perfecto desde una esquina de la casa al lugar donde cayó Rafael Bruno, a aproximadamente 20 pasos. La misma esquina donde hallaron ocho cartuchos de pistola, invisibles a primera vista, entre la vegetación.
El dictamen de Medicina Legal arrojó que la ojiva que penetró la cabeza de Rafael Bruno provino desde lejos y no de cerca. De haber sido un suicidio hubiera dejado un rastro de pólvora, un ahumamiento o tatuaje dibujado sobre la piel, por la cercanía del arma con el cuerpo (ausente en la necropsia).
Adicional a que el disparo que ingresó por la parte baja de la oreja derecha (occipital) con salida en la frente (parte derecha) tuvo recorrido ascendente, una posición inusual en caso de suicidio. El examen forense concluyó: “Causa de muerte violenta por herida de proyectil de arma de fuego, tipo homicidio, con lesión mortal”.
Al cambiar la investigación de rumbo, surgió el nuevo interrogante en el que ahora deberían empezar a trabajar los investigadores. Cuáles serían, entonces, los móviles y autores del hecho.
EL INFORMANTE
La pieza clave que empezó a desenredar el homicidio de Rafael Bruno fue un ex coordinador de celadores del barrio Bellavista (el nombre se omite por razones de seguridad) quien conoció a Rafael Bruno. Es el único que ha contado que pasó esa noche en el jardín de la casa.
Su testimonio ha sido valioso y goza de credibilidad ante la Fiscalía tras ser consecuente, detallado y ajustado a las evidencias y pruebas recolectadas. Además, colabora con el ente investigador en el esclarecimiento de otros asesinatos y masacres en Cúcuta y el Área Metropolitana, perpetrados por el grupo delincuencial autodenominado ‘Águilas Negras’, que entró a ocupar el espacio de los paramilitares, luego de la desmovilización en 2004.
El hombre, quien se encuentra bajo protección especial del Estado, fue informante del intendente de la Policía Jhon Jairo Mayorga Triviño, asignado a la Seccional de Investigación Criminal (Sijin). Mayorga fue asesinado a tiros por las ‘Águilas Negras’ el 13 de diciembre de 2007, en la vía a Los Patios.
Como reposa en la investigación el informante le contó a un fiscal que días después del crimen Antonio Arley Grimaldo Contreras, alias ‘Júnior’, le confesó en un espacio de camaradería como ejecutó la muerte del fotógrafo. El encuentro se habría dado en la casa de ‘Júnior’ en el barrio Siglo XXI.
Según su relato, ‘Júnior’ no actuó solo. El crimen fue ordenado por José Alben Blanco Zapata, alias Elvis’, quien -según la Fiscalía- fue el encargado de recolectar en Cúcuta las informaciones y extorsiones de las ‘Águilas Negras’, entre trasportadores y comerciantes de la región.
“Días atrás ‘Elvis’ interceptó a Bruno por la subida de Cuatro Vientos y le pidió lo de la ‘vacuna’ (pago mensual exigido en algunos barrios de la ciudad por grupos de autodefensas o guerrillas como aporte a la seguridad). Tal vez, no le prestó atención y no quiso pagar”, señaló el informante.
Las investigaciones que realizó ‘Elvis’ ponían a Rafael Bruno como un hombre adinerado que podía pagar una buena suma de dinero mensual. “Decía que él (Rafael) era dueño de Hielos Cúcuta y una ladrillera (chircal). Además trabajaba en La Opinión, por lo que tenía dinero”, aseguró el informante. Datos erróneos y sin confirmar que concluyeron en la orden de acabar con su vida.
EL CRIMEN
El informante incluyó en su testimonio al coordinador de celadores del barrio Bellavista Said Alfonso Amaya Sanguino, alias ‘Pito Loco’, quien prestaría el apoyo en caso de que las cosas fallaran. También al sereno Álvaro Briceño Ruíz.
El plan estaba listo: ‘Júnior’ entraría por el jardín de la casa, aprovechando que colindaba con un potrero y terrenos oscuros. Sólo había que saltar un enmallado y hacerlo con tal delicadeza que no despertara la atención de los Rodwailer. Luego penetraría poco a poco hasta esconderse en un ángulo adecuado para acribillarlo. De esta manera, el crimen no lo ejecutarían en la calle en presencia de adultos o niños que pudieran delatarlos.
Un detalle importante era que al escuchar los tiros la comunidad pensaría que era el mismo Bruno disparando al aire dentro de su casa, como en ocasiones lo hacía para ahuyentar a los maleantes. Detalle que encajaba perfecto en el plan.
“Cuando ‘Júnior’ disparara la gente no le iba a prestar mucha atención ya que pensarían que (Bruno) estaba espantando ladrones. Los vecinos estaban ya acostumbrados a escuchar tiros. Sabían que él no tenía familia, sino los perros. ‘Elvis’ rondó el barrio de 5 a 6 de la tarde y de un momento a otro se desapareció.”, declaró el informante, quien en años anteriores dialogó varias veces con Bruno, cuando solía sentarse en la calle a escuchar las noticias en un radio de pilas.
“Trabajé en una época en ese sector como coordinador por eso conocía a Bruno, él conmigo era bien y todo... ”, agregó en el informe.
Cuando Bruno ingresó al garaje de su casa parqueó el vehículo de frente y se bajó. Lo que aún es un misterio es el momento en que pudo percibir la presencia de un extraño en la casa, sacar el arma, correr al jardín y alcanzar a hacer los cinco tiros del revólver. De regreso hacia las habitaciones fue alcanzado por uno de los ocho proyectiles disparados por el sicario.
Cometido el crimen “‘Júnior’ saltó los potreros y se botó por Aguas Calientes donde lo esperaba ‘Elvis’ en una motocicleta”. Así huyeron.
LAS CAPTURAS
El 13 de septiembre de 2007 fue asesinado el funcionario del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) Jaime Omar Colobón Porras, en la avenida 3E con calle 2N, del barrio Quinta Bosch.
Las indagaciones posteriores determinaron que los autores materiales del crimen fueron ‘Júnior’, en compañía de Jhon Freddy Villanueva Rodríguez, alias ‘El Ruso’.
Producto de la investigación ‘Júnior’ fue detenido en febrero de 2008 en su residencia del barrio Siglo XXI, donde encontraron armas de fuego.
En octubre de 2008 Villanueva Rodríguez se acogió a sentencia anticipada aceptando su responsabilidad en el crimen del funcionario del CTI ante un fiscal de Derechos Humanos y DIH.
‘El Ruso’ aceptó también cargos por cometer homicidios, financiación del terrorismo y administración de recursos relacionados con actividades terroristas. ‘Júnior’ no ha aceptado ninguna muerte. Se encuentra recluido en una cárcel de Bucaramanga.
José Alben Blanco Zapata, alias Elvis’, fue detenido el 29 de febrero de 2008 en Bogotá en un populoso sector del barrio Kennedy. Fue señalado como uno de los más importantes jefes de las ‘Águilas Negras’ en Norte de Santander. Tenía una orden de captura de la Fiscalía 42 de Derechos Humanos en Cúcuta por financiación de terrorismo, concierto para delinquir y homicidio agravado. Su jefe directo en la capital nortesantandereana sería Juan Carlos Rojas Mora, alias ‘Jorge’, ex comandante paramilitar asesinado el 28 de diciembre de 2007. Blanco Zapata se declaró inocente por la muerte de Rafael Bruno Bruno. Aunque dijo conocer a ‘Júnior’.
Álvaro Briceño Ruiz y ‘Pitoloco’, fueron privados de la libertad posteriormente a la detención de ‘Junior’. Ambos, también, se declararon inocentes.
RESOLUCIÓN DE ACUSACIÓN
Las pruebas aportadas a la Fiscalía sobre la muerte de José Rafael Bruno Bruno como el dictamen de Medicina Legal, entrevistas con vecinos y amigos y el testimonio del informante, llevaron a que el 11 de septiembre del presente año les dictaran resolución de acusación por la muerte del fotógrafo.
Pese a que los señalados se declararon inocentes la Fiscalía argumentó que eran suficientes elementos en su contra que los comprometían de una u otra manera. Prueba de esto, eran los testimonios incongruentes sobre la relación entre ellos y los lugares donde se encontraban ese 19 de diciembre.
Dice la resolución que los sindicados entraron en una descordinación en sus afirmaciones tratando de evadir las responsabilidades contradiciéndose a sabiendas que pertenecían a la misma cooperativa de celaduría.
“Al no aceptar la extorsión deciden acabar con la vida de Rafael Bruno por actitud criminal y motivos de soberbia y poder”, señala un aparte.
A comienzos de 2009 los cuatro implicados irán a juicio. Los abogados de dos de ellos apelaron la resolución de acusación.
Es así, que el crimen de Rafael Bruno, que resultó aún más perfecto de lo esperado y causó confusión, se está derrumbando.
ESE DÍA
Ese miércoles, 19 de diciembre de 2007, José Rafael Bruno Bruno “madrugó” (9:00 de la mañana) para La Opinión.
La tarea “impuesta” por el director del periódico y amigo José Eustorgio Colmenares era tomar fotografías al nuevo puente que se construía sobre el Canal Bogotá, que hacía parte de los megaproyectos, y que sería oficialmente dado al servicio en los siguientes días con el nombre de “Eustorgio Colmenares Baptista” en homenaje al fundador de La Opinión. Llegó a ras de tiempo porque las sábanas siempre se le ‘pegaban’.
Entró por el garaje del diario en su destartalado Renault 4. Bajó raudo y subió a la camioneta del director, donde también iban el ex notario Ismael Quintero y la editora Celmira Figueroa. Los tres hombres eran grandes amigos. Iban en son de paseo, investidos de ingenieros, a contemplar la imponente obra.
Al llegar al puente Bruno abrazó su cámara y como buen reportero no le pidió permiso a nadie. Fue mirando detalle por detalle, buscando un ángulo que cubriera la inmensidad del puente. Se perdió de sus dos entrañables amigos y se confundió con la gente del sector del Canal Bogotá, su antiguo hábitat.
Sí, porque Bruno tuvo una propiedad adyacente, a la que se entraba por un portón donde por muchos años congeló hielo para vender. En las mañanas se amontonaban los vendedores de jugos de naranja a comprar las bolsas.
Sus vecinos eran los hombres de la calle, los que vivían debajo del Canal. A ellos les llevaba pan y chocolate. Era un benefactor sin pergaminos.
De regreso al periódico, metió la cámara en una mochila arhuaca que había conseguido en Cartagena, en una de las tantas idas (43 años) a cubrir el Reinado Nacional de la Belleza.
Al llegar al diario se fue en busca del almuerzo, que casi siempre lo hacía en el restaurante Puerto Seguro. Llegada la noche, regresó a participar de las viandas navideñas. Abrió la cajita de icopor y dijo: íqué manjar! Le metió el tenedor a la chuleta de cerdo y mordió bocado. Otro pedazo de cerdo se lo pasó a su viejo amigo y jefe de redacción, Ángel Romero.
Posteriormente, buscó al director Colmenares. Vieron el noticiero de las 7:00 de la noche y luego se despidió de él.
Más tarde, se dirigió a la sala de redacción y le ofreció a Celmira acercarla a su casa. Buscó papel para anotar unas guías de las fotografías que había tomado del puente y se las entregó.
Enseguida le preguntó: ¿te vas o te quedas? La respuesta de la editora fue que en 10 minutos terminaba.“¿Diez minutos?. Demasiado tiempo”, le respondió. Ante la premura de Bruno ella apagó el computador y abordaron el viejo Renault azul, que carecía de la silla del pasajero delantero.
Celmira se sentó entonces más cómoda atrás y le pidió que la dejara en la estación de taxis de Ventura Plaza. Al llegar al paradero, hacia las 8:30 de la noche, le dijo que ya podía bajarse y siguió el camino hacia la ciudadela La Libertad, donde lo esperaba la muerte.
Bruno Bruno presidió juntas de la Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco), Asociación Colombiana de Pequeños Industriales (Acopi) y Colegio Nacional de Periodistas (CNP).
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