Dos años de una relación tumultuosa entre el presidente y la prensa
A dos años de su mandato, la relación del presidente Gustavo Petro con la prensa ha estado marcada por la descalificación y la desconfianza en los medios de comunicación y en periodistas que considera incómodos. En contraste, su Gobierno creó nuevos canales de comunicación oficial y aumentó el presupuesto del sistema de medios público. De manera intermitente ha enviado señales —que no terminan de concretarse— de querer fortalecer a los medios alternativos y comunitarios, y ha incluido a influencers en su estrategia de comunicación. A diferencia de la actitud del presidente Iván Duque hacia la prensa —quien dividió el panorama mediático entre "amigos" y "enemigos" durante un periodo marcado por protestas contra sus políticas y su manejo de la crisis del COVID-19–, el actual Jefe de Estado considera que los medios de mayor influencia son adversarios políticos y prefiere comunicarse por X.
En una ceremonia de ascensos de la Policía Nacional, días después de finalizar la segunda legislatura, el presidente Gustavo Petro lanzó un nuevo adjetivo contra la prensa: la calificó de "Mossad", con lo que quiso significar que hay fuerzas externas interesadas en desestabilizar al Gobierno. Ese 25 de junio del 2024, dedicó casi un cuarto de su discurso de cincuenta minutos al periodismo. Sin señalar medios específicos, mencionó diecisiete veces la palabra “prensa”, describiéndola como un grupo poderoso y evocando a Goebbels con su frase “miente, miente, que algo quedará”. Al día siguiente, en su cuenta de X (antes Twitter), se refirió a la periodista María Jimena Duzán, quien dos días antes había publicado una columna en la que contaba cómo el hermano de Laura Sarabia, actual directora del Departamento Administrativo de Presidencia (DAPRE), había ascendido en la política y presumiblemente estaba sacando réditos económicos de su cercanía con el Gobierno. En esa columna, Duzán desplegó un interrogatorio dirigido a los hermanos Sarabia para indagar sobre sus relaciones con empresarios y sus negocios. Simultáneamente, circulaban rumores en los medios de comunicación y las redes sociales sobre una supuesta interceptación del celular del magistrado de la Corte Constitucional, Jorge Enrique Ibáñez, quien denunció el hecho sin presentar pruebas. Como reacción, el presidente Petro dijo que su camino era de “desacierto y mentira”. En el mismo trino agregó que “insinuar que yo cambio cargos en mi gobierno por consejas, es un verdadero irrespeto a mí mismo (sic)”, y remató: “Sé que el ‘periodismo Mossad’ se impone”. Su respuesta le subió un grado más a la temperatura de una relación de por sí tumultuosa, donde su estrategia de desacreditar a la prensa, esta vez relacionándola con la agencia de inteligencia israelí, en plena guerra en Gaza, no solo desinforma sino que es malintencionada y pone en peligro a quienes como Duzán, lo investigan.
El nuevo calificativo que usó Petro para referirse a la prensa recibió el rechazo de voces importantes del periodismo como la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Reporteros Sin Fronteras y organizaciones defensoras de derechos humanos como el Colectivo José Alvear Restrepo y la Fundación PARES, entre otros. Este episodio no habría pasado de ser uno más en una estrategia de comunicación de un gobierno que acumula ya varios incidentes que podrían buscar minar la confianza en las y los periodistas que lo cuestionan. Sus palabras, no solo como presidente de Colombia sino como uno de los líderes más poderosos de la región, tienen efecto: Duzán dejó constancia de que el calificativo ha motivado agresiones en redes sociales donde la tildan de “ser una terrorista”.
El episodio fue el epítome de una relación cada vez más deteriorada, cuya estrategia retórica ha sido una constante en los dos años que van de gobierno y entraña un guion en tres actos: el presidente lanza una acusación que se convierte en un hecho político, aguanta la reacción de opositores y expertos y el mismo Gobierno interpreta y aclara el alcance de sus declaraciones. La misma secuencia se podría ver en otros anuncios que no tienen que ver con la relación con la prensa, como con la propuesta de una Asamblea Constituyente o la instalación del concepto de la Paz Total en el diálogo con los grupos ilegales. En ambos dijo que eran inventos de la prensa y sostuvo el relato de que el periodismo, sin distinguir entre la gran cantidad de agendas y líneas editoriales, miente, aunque las propuestas salieron de sus propios discursos. ¿Cuál ha sido el efecto sobre la libertad de expresión y el ejercicio de la prensa en estos dos años? ¿Qué impacto tiene esta estrategia sobre la veracidad de la información?
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