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Ernesto Acero Cadena, el periodista versátil del Quindío
Pronunciamiento - martes, 13 diciembre 2022
Hoy, 12 de diciembre, se conmemoran 27 años del asesinato del periodista Ernesto Acero Cadena, conocido entre sus amigos y colegas como el hombre de acero, haciendo alusión a su apellido y a la imagen que forjó como un hombre de firmes convicciones, con un carácter fuerte y contundente a la hora de escribir. Acero fue editor, corresponsal y director de varios medios impresos, televisivos y cadenas radiales en el Quindío. Como periodista, se caracterizó por denunciar nexos de políticos con narcotraficantes y condenó la corrupción política en Armenia.
Trayectoria periodística
Acero nació en Bogotá, donde estudió psicología en la Universidad Nacional; sin embargo, por su situación económica no pudo culminar sus estudios. Su carrera periodística empezó en 1957, cuando inició, por casualidad, a trabajar con el periódico El Relator en Cali. Luego de esa experiencia, Acero no dejaría el trabajo periodístico. Cinco años después, en 1962, regresó a su ciudad natal, donde se desempeñó como editor del diario Edicron, director de Estelar publicidad y redactor de la revista de la Policía Nacional.
A inicios de la década de los setenta, se radicó en el departamento del Quindío, donde “se ganó el respeto como un periodista independiente, de mucho carácter, recto, muy honesto e impecable a la hora de escribir”, indica Ernesto Acero Martínez, hijo del periodista. En el Quindío fue director de noticias en las cadenas radiales: la Voz del Comercio, filial de RCN Radio; en Caracol Radio y en la emisora local Todelar, con su filial Voz de Armenia. Fue corresponsal en canales televisivos y de prensa como: Noticiero Nacional, el Noticiero de las Siete, el Noticiero 24 horas, La Patria de Manizales, El Espectador, El Siglo, y durante varios años escribió en el semanario El Quindiano, La Pluma de Acero una columna de opinión política y de denuncia. Así mismo, fue jefe de prensa de la Gobernación del Quindío y de la Alcaldía de Armenia.
Acero, además, fue empresario y fundó sus propios medios, el primero fue Quién es qué en el Quindío. “Una publicación de relaciones públicas donde las personas tenían acceso a saber quiénes estaban al frente de la institucionalidad en la región. Tuvo su primera edición por allá en 1984 o en el 85 y alcanzó a tener ediciones en Manizales y Pereira”, menciona su hijo.
En 1990, nació otra de sus publicaciones: El Informador Económico del Quindío, un medio desde el cual criticó y denunció temas de interés público. La publicación circulaba todos los viernes, contaba con un editorial, columnas de opinión e información política, económica y social. Luego de la muerte de Acero en 1995, el hijo del periodista retomó el semanario y lo tuvo en circulación por otros 5 años más.
El día que silenciaron su voz
Inflexible ante las malas administraciones y políticos corruptos, Acero denunció al excongresista Carlos Oviedo Alfaro, del partido Movimiento Nacional Conservador - Alianza Nacional, por nexos con el narcotráfico. Su postura crítica lo hizo visible y fue amenazado por los extraditables, un grupo de narcotraficantes que se había asociado para evitar la extradición a Estados Unidos. El 12 de diciembre de 1995, mientras caminaba por el centro de Armenia, un desconocido le disparó, causándole la muerte.
Durante la investigación para esclarecer los hechos, Rubén Darío Grisales, testigo presencial, declaró e identificó a Jorge Iván Obando como el autor material del homicidio. No obstante, la declaración había sido firmada con un nombre falso. El testigo [Grisales] era en realidad Juan Carlos Henao, guardaespaldas y empleado del excongresista Oviedo. El 14 de junio de 2000, el Juzgado Único Penal del Circuito Especializado de Armenia absolvió a Henao en una sentencia que no fue apelada por la Fiscalía. Con la investigación concluida, se impidió comprobar la participación de Oviedo como presunto autor intelectual del crimen.
En otra declaración ante la Fiscalía, Alfonso José Jiménez, funcionario de la unidad de investigaciones secretas de la Policía, explicó que días antes del asesinato del periodista, el agente Édgar Gamboa, le contó que se preparaba un asesinato por el que se pagarían cuarenta millones de pesos. Gamboa fue expulsado de la institución.
El 12 de diciembre de 2015, habiéndose identificado un falso testigo de una primera investigación en la cual estuvo en la cárcel un inocente. Para el hijo del periodista, a su papá lo mataron dos veces, en diciembre de 1995 y 20 años después con la impunidad del caso. Hasta la fecha no hay claridad de los autores materiales e intelectuales del homicidio.
Desde la FLIP, conmemoramos la labor que realizó Ernesto Acero Cadena. Gracias por recordar con nosotros.
Raúl Echavarría Barrientos, el periodista que luchó contra el narcotráfico
Pronunciamiento - sábado, 05 noviembre 2022
Hace 36 años asesinaron al periodista Raúl Echavarría Barrientos en frente de su residencia en Cali, Valle del Cauca. Trabajó en El Colombiano, El País y fue subdirector del Diario de Occidente hasta el día de su muerte. Como periodista, Echavarría se caracterizó por condenar la infiltración de narcotraficantes en la política, denunciar la corrupción y apoyar la extradición.
Una época álgida para hacer periodismo
A finales de la década de los setenta, el país se encontraba en una coyuntura histórica debido a la centralización de la actividad y el poder de narcotraficantes en Cali y Medellín. Los grandes carteles del narcotráfico permearon la vida de los ciudadanos y, en su intento por conquistar el poder del Estado, se convirtieron en una amenaza a la seguridad nacional y exacerbaron la violencia interna.
Mediante el discurso político, el enriquecimiento y la acumulación de poder, los carteles ganaron un reconocimiento social. “Era la época en la que las sociedades estaban entregadas al narcotráfico y sus integrantes eran vistos como adalides, más que como unos antisociales o unos hampones —explica Héctor Echavarría, hijo del periodista—. Una gran distorsión de los valores sociales que mi padre tenía muy claro lo lesivo que podían ser para la sociedad y, por eso, los confrontó”.
Con el paso del tiempo, el tráfico de drogas y el establecimiento de la estructura sicarial permitieron el fortalecimiento de los carteles en el país. En consecuencia, se erosionó la vida institucional, primó el clientelismo y hubo un detrimento del entorno político, económico y social.
Un periodismo crítico de las realidades
Echavarría era oriundo de Fredonia, Antioquia y desde muy joven se vinculó al periodismo. En su departamento natal inició como columnista en El Colombiano; posteriormente, en Cali, trabajó en el Diario del Pacífico; en Bogotá, estuvo en El Siglo, al lado de Laureano Gómez; luego migró a Cali a trabajar en El País, hasta que recibió una oferta para ser el subdirector del Diario de Occidente. Su larga trayectoria periodística, osadía y perseverancia, lo convirtieron en uno de los periodistas del país más críticos contra los carteles.
Su hijo, Héctor, recuerda que cuando trabajaba en el Diario de Occidente “él dirigía el periódico, era el encargado de titular la primera página, de escribir la editorial y cada que él consideraba que era necesario emprender una cruzada que defendiera la sociedad, lo hacía”. Desde su columna, Molino de Viento, denunció abiertamente a los narcotraficantes, siendo consciente de los riesgos que corría adoptar esa posición. “En los últimos años, antes de su muerte, enfrentó los carteles de Cali y del Valle del Cauca. En ese momento tenían muchísimo poder económico, político, influencia en los medios y no permitían que fueran confrontados por ningún actor de la sociedad”, agrega.
Su labor lo llevó a forjar un carácter fuerte y a mantener una posición firme con sus convicciones. Echavarría fue una de las personas que manifestó su apoyo a la extradición de los narcotraficantes y dos días antes de su asesinato escribió Molinos de papel, una columna para el Diario de Occidente, en donde propugnaba por la pena de muerte para los mafiosos.
Además, fue un amante de las corridas de toros, bajo el seudónimo de Raulete, el periodista escribía una columna para RCN sobre la fiesta taurina en Cali. También, le llamaba la atención lo relacionado con la aviación civil y comercial, por eso, dedicó parte de su vida a escribir libros como: así se llega a las alturas (1948), historia de la aviación (1974), Fuerza Aérea colombiana, su epopeya y grandeza 1919-1974 (1974) y en la ruta de las estrellas (1983).
El camino en búsqueda de la justicia
“Mi padre no manejaba, manejaba mi madre y usualmente ella lo recogía en el periódico que quedaba en el centro de Cali, en la Plaza de Caicedo. Pero, el 17 de septiembre de 1986, decidió irse en una camioneta del medio, en compañía del chofer y un camarógrafo. Mi madre se sentó en la sala a esperarlo y cuando estaba llegando a la puerta de la casa, unos sicarios le dispararon. El conductor lo llevó a urgencias del Hospital Universitario del Valle, que queda a una cuadra y media de mi casa, pero cuando llegó ya estaba muerto”, expresa su hijo.
El crimen se le atribuyó al cartel de Cali, pero nunca se realizaron las investigaciones suficientes para determinar quién fue el autor del asesinato del periodista. La impunidad de este homicidio significó un golpe a la prensa crítica de las estructuras criminales, y desencadenó una persecución de aquellos periodistas que tuvieran la osadía de confrontar o significaran un riesgo para los carteles y sus organizaciones.
Desde la FLIP, conmemoramos la labor que hizo el periodista Echavarría, que siempre mantuvo los estándares de la ética periodística y social muy altos. Gracias por recordar con nosotros.
Jorge Pulido: la voz que incomodó al narcotráfico
Pronunciamiento - jueves, 12 noviembre 2020
Jorge Enrique Pulido fue un periodista asesinado por el Cartel de Medellín en Bogotá en 1989. Trabajó en la cadena Todelar durante 20 años. Luego se dedicó a emprender con su propia productora: JEP Televisión. Y aunque solo tenía una hora por semana de programación, su proyecto abrió el camino al surgimiento de nuevos programas de denuncia social.
En la FLIP no queremos que la memoria de este periodista caiga en el olvido. Junto a él, muchos periodistas fueron asesinados en el 89 por el narcotráfico, trataban de callar sus voces. Sin embargo, su memoria sigue viva entre nosotros. Gracias por recordar con nosotros.
Una redacción atrincherada en la cocina
Pronunciamiento - sábado, 10 octubre 2020
El asesinato de Martha Luz López y Miguel Soler fue el comienzo del fin de la redacción de El Espectador en Medellín. Hace 31 años el narcotráfico, en cabeza de Pablo Escobar, desarrollaba con fuerza su estrategia para acabar con ese diario. Tan solo un mes antes habían puesto una bomba en la oficina de Bogotá.
Martha Luz López y Miguel Soler se encargaban, respectivamente, de la publicidad y circulación de El Espectador en Antioquia. A pesar de no ser periodistas del diario, sufrieron la persecución del Cartel de Medellín. El simple hecho de que su trabajo aportaba a que el periódico fuera leído por al menos 5000 suscriptores, los hizo blanco de la venganza del narcotráfico. Su consigna era evitar que El Espectador siguiera circulando en Antioquia.
Martha Luz López fue la primera en ser asesinada, el 10 de octubre de 1989. Iba llegando a su casa cuando recibió disparos que acabaron instantáneamente con su vida. Carlos Mario Correa era reportero de El Espectador y tenía 24 años en ese entonces. Llevaba trabajando poco más de un año cuando los asesinatos ocurrieron. Recuerda a López como una persona muy enérgica, organizada y temperamental. “A ella le preocupaban nuestras horas de salida y que dejáramos la puerta principal abierta, porque a nosotros ya nos venían amenazando”, recuerda Correa.
A pesar de las constantes amenazas, los 18 empleados que trabajaban para la oficina de El Espectador en Medellín nunca tuvieron ningún tipo de protección. “Nosotros mismos nos teníamos que proteger”, afirma Correa. Llegaron a trasladar la redacción hacia la cocina de la casa, pues en caso de una bomba creían que podían estar más a salvo en el interior de la estructura.
Ninguno de los trabajadores de El Espectador en Medellín cedió ante las amenazas. “A mí lo que más me sorprendía era el silencio con el que se manejaba todo, en la redacción no se hablaba de las amenazas ni de nada”, comenta Correa.
Una hora después de la muerte de López, sicarios asesinaron de forma similar a Miguel Soler. Tenía 46 años y cuatro hijos. Correa lo recuerda como un hombre de acento bogotano, gracioso y muy querido por las personas más humildes del periódico.
Ese día, la oficina de El Espectador recibió dos llamadas por parte de “Los extraditables”, un grupo de narcotraficantes con orden de extradición a Estados Unidos y que buscaban por todos los medios derrumbar los tratados de extradición vigentes o por firmarse con ese país. Ellos se acreditaron los asesinatos y les dieron 48 horas a todos los empleados para dejar la ciudad.
La muerte de López y Soler fue un duro golpe para el diario. El día siguiente a su asesinato, El Espectador denunció que por falta de protección, el periodico no había podido circular normalmente en el departamento.
Posteriormente las directivas de Bogotá dieron la orden de desalojar la sede de Medellín, para resguardar la vida de quienes trabajaban allí. “Nos dieron dos vacaciones seguidas mientras decidían si podíamos volver”, explica Correa. Finalmente, él sería el que meses después entregaría las llaves de la oficina, sacaría lo que había allí y lo enviaría a Bogotá.
En enero del 90, tan solo unos meses después de los asesinatos, llegaría el nuevo encargado de la circulación del diario a Medellín. Sin embargo, pocas semanas después, también sería asesinado. Un año después El Espectador abandonó la circulación en Medellín. Las oficinas cerraron y el equipo siguió trabajando en la clandestinidad.
Desde la FLIP no queremos olvidar la persecución que tuvieron que sufrir los empleados de El Espectador. Sin importar si fueran o no periodistas, su trabajo se debía a la ciudadanía, a hacer valer el derecho de todos y todas a estar informados.
Gracias por recordar con nosotros.