Informe 2018 / Prensa acorralada: un juego de violentos y poderosos

Sin “nosotras”, no hay prensa libre.

Por: Red colombiana de periodistas con visión de género

En Colombia, la expresión pública de las mujeres de todas las edades es menor que la de los hombres, y la prensa refleja ampliamente esta desigualdad. La libertad de expresión –y de prensa– es ejercida sobre todo por hombres, con poder económico, urbanos y muchas veces cercanos a los poderes políticos tradicionales del orden nacional y local. Estos grupos suelen ser también los propietarios de los medios de comunicación, con incidencia sobre las decisiones de directores, editores, reporteros: tres hombres, los más ricos del país, poseen el 57% de los medios.

Similar exclusión la han padecido de manera histórica las comunidades afro, indígena y de otras etnias, las personas de áreas rurales, las personas de bajos recursos económicos, en condiciones de discapacidad, aquellas que se reconocen como gays, lesbianas, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI), y otras muchas. Si estas personas, además, son mujeres encontrarán mayores barreras para alzar la voz.

Entonces, ¿defender la libertad de expresión y de prensa significa defender la voz de las personas silenciadas? Debería pero en la práctica no es así. En un país como Colombia, donde la libertad de prensa es un privilegio y no un derecho, hay amplias poblaciones ausentes, marginalizadas o sub-representadas en los discursos públicos, o peor aún, estigmatizadas y violentadas de manera deliberada en los medios de comunicación. La libertad de expresión y de prensa necesitan no solo ser promovidas y expandidas más allá de sus fronteras actuales, sino que, además, coloreadas por imperativos como la ética, la responsabilidad y la función pública que son inherentes a los medios de comunicación, y ojalá, a todos los medios expresivos de carácter masivo y abierto. La prensa es libre, esencialmente, cuando se vuelve escenario de libertad para todas las personas, y mucho más para las personas cuyas historias no hemos escuchado.

La Plataforma de Acción de Beijing (1995), vigente hoy, desde hace 20 años insiste en dos objetivos estratégicos para todos los países: 1) aumentar el acceso de la mujer y su participación en la expresión de sus ideas y la adopción de decisiones en los medios de difusión, así como en las nuevas tecnologías de comunicación; 2) fomentar una imagen equilibrada y no estereotipada de la mujer en los medios de difusión.

Pero poco se ha avanzado en estos 20 años para romper la barrera de género en los medios: hay más reporteras y cubriendo más temas, es cierto; se empieza a usar un lenguaje más adecuado para nombrar las violencias –leemos en las noticias la palabra feminicidio, tan difícil de pronunciar–; los medios se suman activamente a las campañas por los derechos de las mujeres. Parece que todo ha cambiado; y en realidad, casi todo sigue igual.

Recomendaciones para un periodismo libre en Colombia

La lucha por una prensa libre para las mujeres debe producirse desde la autorregulación genuina de los medios y desde la conciencia ciudadana del respeto a sus derechos, como un pacto social cada vez más ineludible. Garantizar la libertad de expresión de las mujeres, incluyendo a las periodistas, contribuirá a consolidar nuestra retada democracia.

Las siguientes recomendaciones de la Red colombiana de periodistas con visión de género pueden ser pasos seguros hacia la igualdad en y desde los medios.

1. AUMENTAR LA PRESENCIA DE LAS MUJERES en los medios, buscando que sus historias, voces, opiniones e ideas tengan mayor protagonismo en las producciones mediáticas. Según el Proyecto de Monitoreo Global de Medios (GMMP) del 2015, las mujeres sólo representaron el 10% del sujeto central de las notas informativas monitoreadas en más de 100 países, en los últimos 15 años.

2. DIVERSIFICAR LA COBERTURA sobre las mujeres como ciudadanas activas y con derechos, y no solo como víctimas o en roles secundarios. Las mujeres tienen de 2 a 3 veces más probabilidades de ser presentadas como víctimas que los hombres (GMMP, 2015) lo cual refuerza estereotipos femeninos de indefensión y debilidad.

3. SANCIONAR SOCIALMENTE desde los medios toda forma de violencia contra las mujeres e incluir información para la denuncia y el restablecimiento de derechos de las víctimas. Insistir en que la violencia contra las mujeres no se da en casos aislados, sino que forma parte de un sistema machista donde la violencia es sistemática y normalizada. Lo más importante, este sistema se puede y se debe cambiar.

4. SUPRIMIR LA PROYECCIÓN Y DIFUSIÓN de imágenes estereotipadas de las mujeres en los medios de comunicación, y promover la representación de mujeres diversas, autónomas, capaces, en pluralidad de roles y espacios. Solo el 4% de las noticias cuestionan los estereotipos de género, lo cual termina, incluso sin quererlo, reforzando los roles tradicionales que perpetúan la desigualdad y las violencias hacia las mujeres y niñas. (GMMP, 2015)

5. Crear una amplia BASE DE DATOS que permita consultar fuentes femeninas conocedoras de las problemáticas del país y capaces de incorporar los derechos de las mujeres en la información. Equilibrar las vocerías en las noticias, buscando la aparición de mujeres expertas, con capacidad para analizar, opinar, recomendar.

6. Hacer USO CONSCIENTE DEL LENGUAJE. El lenguaje construye realidades y muchas son de discriminación. Lo que no se nombra no existe. Nombrar el mundo en femenino y no solo en masculino es visibilizar a las mujeres y reconocerlas como iguales en la diferencia.

7. Garantizar IGUALDAD DE OPORTUNIDADES para las mujeres al interior de los medios de comunicación, que garanticen su derecho a la libertad de expresión, a la integridad y a la no discriminación. Hay sobradas evidencias de la “división sexual del cubrimiento” de temas al interior de los medios, que suele alejar a las mujeres de la política, el orden público, la justicia, y acercarlas a temas “femeninos” como la cultura y la farándula; de la diferencia en la asignación salarial de las mujeres frente a trabajos similares realizados por hombres; del “techo de cristal” que obstaculiza el ascenso a cargos de decisión. En Colombia, más del 70 por ciento de las periodistas cree que sí hay una agenda diferenciada para mujeres y hombres dentro de sus salas de redacción. (FLIP, 2017)

8. PROMOVER MEDIOS LIBRES DE ACOSO Y VIOLENCIA contra las mujeres, con políticas de cero tolerancia frente al acoso laboral y sexual por parte de compañeros, jefes y fuentes, y generar mecanismos efectivos de denuncia y restablecimiento de los derechos de las periodistas.

9. IMPULSAR UNA CULTURA DE MUJERES LIBRE-PARLANTES que defienda la expresión de las mujeres y la sanción social a las violencias, así como el autocuidado de las mujeres que reportan en el terreno y en la web. En el 2018 la FLIP registró 120 mujeres periodistas víctimas de agresiones. Dado el contexto, el Informe Anual de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (2017) insta a Colombia a “adoptar medidas (...) para prevenir los ataques y otras formas de violencia perpetrados contra mujeres periodistas y para enjuiciar y castigar a sus responsables” así como para “promover la denuncia de la violencia”.   

10. INCLUIR la FORMACIÓN EN GÉNERO Y DERECHOS DE LAS MUJERES en los medios y en las escuelas de periodismo y comunicación. “El que no sabe es como el que no ve”, dice el refrán. Las relaciones desiguales entre hombres y mujeres definen nuestra cultura, y se expresan cotidiamente en las familias, los trabajos, las parejas, las escuelas, las calles. Ver el mundo con ojos sensibles a los temas de género, cuestionar lo que “es normal”, desnaturalizar roles y estereotipos, cambiar los discursos y las prácticas implica mucha reflexión, formación y acción.

11. HABLAR ABIERTAMENTE de los impactos de la cultura machista en la vida de las mujeres y de los hombres en todas sus dimensiones y de sus implicaciones negativas para la paz y el desarrollo de los países.

Con la discriminación de género en los medios perdemos todos. Los medios pierden: dejan de incluir contenidos desde la perspectiva de las mujeres y empobrecen así la cobertura de una realidad cada vez más compleja y diversa; dejan de responder a audiencias cada vez más exigentes, formadas y conscientes, que demandan verse representadas a sí mismas y a las otras personas en su realidad. Las mujeres pierden: si los medios no están verdaderamente comprometidos con la equidad de género la información que reciben las mujeres no ayuda precisamente a que conozcan y defiendan sus derechos, a que tramiten efectivamente los casos de violencia, y a que se vean representadas en su diversidad y riqueza, por fuera de estereotipos. La sociedad pierde: la forma como se presenta a las mujeres en los contenidos mediáticos tiene un efecto profundo en las creencias, normas y prácticas sociales, y esto puede ayudar a frenar o agravar la epidemia de discriminación y violencia contra las mujeres en el mundo.

En la defensa de los derechos de las mujeres no hay punto medio. Si los medios no son parte de la solución, entonces son parte del problema.